Porque sólo soy madera y hierro, no entiendo nada.
Las tardecitas aún eran cálidas cuando por última vez un crío me hizo mover hacia adelante y hacia atrás, que es lo único que sé hacer. Ida y vuelta con el chirriar de las cadenas, o de algún tornillo un poco flojo que pasó desapercibido por el sonido de las risas.
Fue el último huésped de mi asiento de madera, durante estos largos días que ya se han transformado en meses.
Ahora ha llegado el frío. Y la quietud persiste y me entristece. El alimento que nutre a mi entorno, la plaza, es la visita de estos chiquillos que la invaden con sus corridas y la riegan con gritos y papel de caramelos. ¿Dónde se esconden en estos largos días?
Pero aguardo. Con la certeza de que pronto mi misión de subir y bajar al compás de las risas, se pondrá en marcha otra vez.
Tal vez sea porque no sé hacer otra cosa: Porque hoy sólo soy madera y hierro… y no entiendo nada.
Autor: Carlos Martin
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