Los hermanos sean unidos
Leyendo la obra máxima de la literatura gauchesca, observé que José Hernández en uno de sus versos del libro “Martín Fierro” sintetiza la sangrienta lucha que, a lo largo de varios años se desarrolló sin tregua entre cristianos y salvajes en nuestras inmensas pampas rioplatenses.
Es guerra cruel la del indio
porque viene como fiera;
atropella donde quiera
y de asolar no se cansa.
De su pingo y de su lanza
toda salvación espera.
(La vuelta de Martín Fierro – 1879)
Con la llegada de los primeros conquistadores españoles comenzó una guerra que se prolongó a través de innumerables batallas, enfrentamientos y malones, hasta que el general Julio Argentino Roca llevó a cabo en 1879, su histórica campaña que culminó con la derrota total de las indomables tribus del desierto, y la incorporación a la civilización de todos los territorios del sur argentino.
Un año antes de la gran campaña (que tuvo como objetivo ejercer el efectivo dominio sobre la región pampeana y la Patagonia), el hermano agrimensor del escritor José Hernández, delineó Bolívar.
Don Rafael José del Corazón de Jesús Hernández Pueyrredón, nació el 1º de septiembre de 1840 en la Chacra de Pueyrredón, partido de San Martín; Provincia de Buenos Aires, Argentina. Sus padres fueron Pedro Pascual Rafael Hernández e Isabel Pueyrredón. Su padre era hacendado en la provincia de Buenos Aires, y propietario de una barraca de comercio en la zona sur de la ciudad de Buenos Aires. Tenía dos hermanos: José Rafael (mencionado autor del “Martín Fierro”) de quien era seis años menor, y doña Magdalena nueve años mayor que él. Desde chicos, Rafael y sus hermanos, sufrieron las tendencias políticas antagónicas de su familia: Federales los Hernández y Unitarios los Pueyrredón. Su padre se dedicaba a tareas agropecuarias, compartiendo con sus hijos temporadas muy largas. Es ahí, al amparo de su padre, donde los hermanos Hernández empiezan a conocer la vida del gaucho. Crece entre los hermanos un amor sólido, un gran respeto y admiración mutua que se prolonga por el resto de sus vidas. Eran inseparables; dice el “Martín Fierro”:
“ me han contado que el mayor
nunca dejaba a su hermano…”
Por su trabajo de Agrimensor y el destierro político que sufren, recorren él y su hermano José, el interior del país durante varios años, adquiriendo conocimientos y recogiendo impresiones del estado político y social de la población. Toda la experiencia que recoge Rafael la plasmará su hermano José en el “Martín Fierro”
Su hermano José muere el 21 de Octubre de 1886 en sus brazos, sufriendo un ataque de diabetes. Se convierte en el primer biógrafo de su hermano, y fue el único corrector del “Martín Fierro”.
Tal vez su gloria haya sido oscurecida en buena parte por el resplandor que arroja su ilustre hermano, el poeta que en homenaje a su nacimiento el día 10 de noviembre de 1834 se festeja en nuestro país el Día de la Tradición. Para los bolivarenses, que tenemos el honor de considerar a Rafael Hernández como un iniciador de nuestra localidad, su nombre ilumina nuestra literatura local, ya que con vocación creadora dio traza amplia y armoniosa a nuestro pueblo.
Rafael Hernández no dudó del porvenir de nuestra comunidad porque estaba dotado de la imaginación fundadora de los que ven más allá de las limitaciones de su tiempo.
Épocas en las que el Estado Argentino se desarrollaba y ampliaba sus dominios bajo una justificación económica dada por la necesidad de tierras para conformar el modelo agroexportador, y satisfacer un mercado internacional con una demanda en aumento de materias primas y alimentos.
LUCHA POR EL GANADO
Durante la etapa de su dominio en territorio rioplatense, los españoles lograron a través de encarnizadas luchas someter a la mayor parte de los pueblos aborígenes. Algunas de las tribus más belicosas, sin embargo, no pudieron ser reducidas. Fueron aquellas que habitaban las llanuras del Sur y del Chaco. Ahí, los indios, dotados de una extraordinaria capacidad combativa gracias al empleo del caballo, lograron no sólo preservar su independencia, sino que llevaron la guerra al territorio mismo de sus adversarios, desatando continuas correrías —los famosos y temidos malones— que dejaban tras de sí una terrorífica huella de muerte, saqueo y destrucción.
En el caso de la actual provincia de Buenos Aires, el hostigamiento permanente que los «pampas» ejercían sobre los cristianos, mantuvo a éstos virtualmente encerrados en una estrecha franja de territorio que se extendía entre el río de la Plata, por el norte, y el río Salado, por el sur, y constituía apenas la décima parte de la superficie actual de la provincia.
Los ataques de los salvajes en la frontera bonaerense se intensificaron al producirse la emancipación argentina del dominio español. La razón fue la acelerada expansión que experimentó entonces la explotación ganadera, al ser eliminadas las trabas al comercio de exportación. Los inmensos rebaños se convirtieron así en el imán que atrajo las continuas incursiones de los pampas, a los que pronto se sumaron contingentes de indios araucanos venidos de Chile. El objetivo fundamental de los malones era el robo de la hacienda, que los indios conducían a Chile en gigantescos arreos de decenas de miles de cabezas, a través de las rastrilladas que recorrían la pampa y los pasos cordilleranos, para luego venderlas a estancieros y comerciantes inescrupulosos.
VICTORIA EN LAS PAMPAS
Gracias a la estrategia de Roca, el vasto «imperio» pampa se ha desmoronado por completo. Así, en diciembre de 1878 el coronel Nicolás Levalle, eleva un informe al ministerio de Guerra, anunciando la extraordinaria victoria:
«Señor Ministro: El poder de Namuncurá está destruido; ha huido casi solo en dirección al Colorado, con ánimo, según parece, de alojarse en las faldas de los Andes. En el territorio que formaba lo que él llamaba su patrimonio y que está dominado por las fuerzas nacionales desde Salinas Grandes hasta Chadi-Leuvú, no queda una sola toldería y sólo vagan en él, fugitivos aislados…”
Por su parte, el presidente de la República, Nicolás Avellaneda, se hace eco del entusiasmo que el triunfo logrado despierta en todo el país, y envía a las tropas el siguiente saludo:
«Después de muchos años, la guerra contra el indio sale del terreno de las hazañas oscuras, y hay a vuestras espaldas todo un pueblo que vitorea a los vencedores. No se perderá la ruta que habéis trazado sobre el desierto desconocido. Por los rastros de las expediciones, se encaminará en breve el trabajo a recoger el fruto de vuestras victorias, abriendo nuevas fuentes de riqueza nacional al amparo de vuestras armas. Nunca habrá sido más fecunda la misión del ejército argentino».
NUESTRA SANGRE
Sobre los hechos circunstanciales y considerando nuestros inicios podríamos preguntarnos ¿Cuál es la verdadera identidad del bolivarense? La repuesta será sólo una interpretación. Existió una acción organizada por el estado argentino (por motivos ya mencionados) orientada al exterminio de una organización social originaria de nuestras pampas y de la cultura del pueblo indígena.
Luego nace un pueblo. Bolívar, 2 de marzo 1878.
Del análisis de la historia oficial se desprende una ideología dominante en la conquista del desierto: La posibilidad de ampliar nuestras fronteras. Y se descuida la versión histórica de los pueblos originarios, que en sus expresiones alteran el sentido de lo tradicional. De aquí se desprende el temor y el desprecio que en aquel período mostraba el estado argentino y su población hacia las etnias indígenas que le oponían resistencia.
Durante la lucha se cometieron excesos tanto desde el frente aborigen como del frente militar argentino. Unos defendían sus territorios, su naturaleza y sus valores, otros obedecían a intereses de expansión y conquista. Reconocer el origen de nuestro ayer debe ser el primer paso para construir una historia bolivarense con un enfoque más preciso.
Como punto de vista, pudo haber ocurrido un proceso de consolidación natural o tal vez, en otra versión, existió alguna manipulación de algunos acontecimientos históricos. Hoy se ve a las culturas indígenas como un modelo de valores no materiales que en nuestro presente se han perdido y que se están intentando rescatar y reivindicar a través de la investigación. Es decir, ahondar en el respeto y uso racional de la naturaleza, el compartir y conservar las costumbres indígenas y su cultura, o reflotar el simple sentimiento de felicidad sustentado en el ser y no en la ambición desmesurada del poseer.
Luego de varias entrevistas realizadas a nativos de nuestro partido (siempre insuficientes en número), puedo hacer una precoz conclusión, muchos oriundos de Bolívar han argumentado su memoria histórica con una tradición o costumbre familiar, que se mantuvo a través de las generaciones. En su mayoría, pocos han considerado en profundidad la pérdida cultural que se produjo con el exterminio del aborigen. Si bien los recuerdos individuales son bastantes afines, el recurso al testimonio oral no me ha sido despreciable, pues me ha forzado a concentrarme en las declaraciones registradas, y a descubrir que hay un retorno auténtico frente a lo no dicho.
Si consideramos nuestra sangre, y nuestro árbol genealógico, lo que queda al descubierto es que no somos tan inmigrantes como creemos ser, es decir llevamos en nuestra casta un menguado mensaje de nuestros antepasados indígenas.
Tal vez los hermanos mayores nacen primero, para proteger la identidad de los hermanos que vendrán después. Reflexiono porque un pueblo que no tiene memoria, no tiene una historia legítima.
Estamos en esa senda, persuadidos de lo poco que significamos todavía y de lo mucho que queda por hacer.
Imagen: Historia de malones y cautivos – Revista Autoclub 1979 – autor Ricardo Molinari
Fuentes consultadas
La Conquista del Desierto o el Gran Malón Blanco – Aldo Carlos Vivas
Federación Espírita Española – Ana Aramendi Jurado
San Carlos de Bolívar – Alvaro Martínez
Artículo Historia de malones y cautivos Revista AutoClub – Ricardo Molinari
Martín Fierro – José Hernández
Wikipedia – La enciclopedia libre
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