Radio FM - Henderson

Pan de cuarentena

¿Me preguntás qué hago durante la Cuarentena?

¡Nada!… Aprendí a hacer pan casero: Tengo el freezer lleno. Primero con orégano. Después me fui perfeccionando y ya los hago hasta con nueces. Leí pero me aburrí y dejé de leer. Después empecé a leer de nuevo.

Mire televisión. Primero miraba noticias, pero después no miré más noticias. Empecé a mirar “Intrusos” hasta el programa en que Rial se enojó con Marcela Tauro. Me di cuenta que todo está armado como pelea de payasos, y volví a mirar noticias.

Dejé de mirar noticias y me puse a mirar Master Chef España. Después se filtró que la final estaba entongada y volví a mirar noticias. Coronavirus por acá, Coronavirus por allá: Expertos en “lavarse las manos” (nunca mejor dicho) y otros que daban a la pandemia algo así como poderes para llevarse puesto al mundo. Me confundieron con tanta información inconexa y… dejé de mirar televisión otra vez.

¡Quedate en Casa!  Me quedé en casa. Pinté todas las macetas de rojo, porque era el color que había. Después me dijeron que las macetas rojas “no combinaban con nada” y las pinté de blanco, que es el color que tenían antes.

Escribí. Borré. Volví a escribir pero me volví a aburrir. Caminé en el patio de mi casa. Esquivando la Pelopincho y la planta de naranjas llegué a contar setenta y tres vueltas, escuchando a Edith Piaf un día, a Leonardo Fabio el otro. Todo me daba lo mismo. Y hasta un día empecé a trotar, esquivando los mismos obstáculos. Pero también me aburrí.

Volví a hacer pan casero. Ávido de nuevas experiencias, esta vez le puse cáscaras de limón. El resultado fue un asco y desde ese día no volví a tocar un paquete de harina. Fue el último intento. Hablando de limones: Hice lemonchello. Mucho. Hay licorcito para tres inviernos.

¿Que hice durante la cuarentena, seguís preguntado?: Use mucho el teléfono, demasiado. Los grupos estallaron con memes y saludos, y durante varias noches esperábamos la noticia de “Cuantos nuevos casos hay” como si se tratara de una final Argentina-Brasil. Una nota en Canal trece o no sé en cuál otro, nos catapultó a la celebridad durante dos o tres días y recibí llamados de gente que ya ni me acordaba que existía, para preguntar cómo estaba.

Me regalaron barbijos. Se me corrieron. Me quedó la nariz afuera. Me los subí, me los colgué de una oreja (de una), me los volví a acomodar. Perdí dos, y otro más. Después me hicieron uno con una nariz de payaso pintada. Para ponerle onda. Pero justo ese día detectaron el caso cero en Henderson; y me pareció improcedente salir a  calle con un barbijo nariz de payaso.

Hablando de caso cero: Aprendí esta nueva dialéctica sin la cual te quedás fuera de cualquier conversación: “Caso cero. Hisopado. Test rápido. Alcohol en gel. Contacto estrecho. Pliegue del codo. Fase 1. Fase 5. Videoconferencias. Sanitizar”…

Ayudé con alguna tarea a mi nieto. ¿Sabían que en los germinadores los granos de maíz brotan antes que los porotos? Prueben.

Nos pasaron como con un camión por encima todas las celebraciones patrias: 2 de abril, 25 de mayo, 20 de junio, 9 de julio. Hicimos escarapelas y banderas con papel crepe. Metros de papel celeste y blanco han corrido por mi mesa así como corre el agua bajo el puente. Nos disfrazamos. Nos enojamos. Nos volvimos a disfrazar y pintamos el bendito Arco Iris con el “Todo va a pasar”. Pegamos una caja arriba de otra y comenzamos a armar un kiosco. Después sumamos otra caja y le pusimos ventanas. Sumamos otra torre y ahora el kiosco ya parece un edificio de Manhattan. El kiosco nos quedó en el segundo piso, y ya no suben clientes. Para estar en sintonía con la realidad… ya no suben clientes. Pero cada noche le damos una vuelta de tuerca y nos seguimos quedando en casa, comiendo pan casero.

Si todavía tenés ganas de preguntarme qué hice durante la Cuarentena, te cuento que miramos la Misa por tele, o la escuchamos por radio. Esperamos a las siete de la tarde para ver que nos decía el cura cada día. Miramos videos didácticos y nos “instruimos” acerca de las habilidades del tigre de Tasmania para devorar a sus presas. Miramos a los artistas locales por  Facebook. Aprendí a usar Zoom. La ley de Murphy se puso de manifiesto cada vez que usé esa aplicación, y cayó internet. Nunca escuche las conclusiones de cualquiera de las  reuniones en las que incursioné a través de ese sistema.

Todo eso hice en Cuarentena. Y si todavía te resulta escaso podría contarte que estuve varado durante 34 días en Lima, Perú. Pero ese ya sería otro tema, un poco más extenso. Cuando “pase el temblor” podrías invitarme a cenar con entrada, primer plato, plato principal y postre, y ahí podemos empezar a hablar. Yo llevo el pan. Casero.

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